EL MAR DE LOS DELFINES CARNIVOROS
En el mes de julio, en una
mañana calurosa, soleada y con un viento cálido; nuestro protagonista Carlos y
sus amigos Andrea y Juan se iban de vacaciones a Estados Unidos.
Cuando llegaron al aeropuerto,
vieron desde las sala de embarque el avión en el que iban a hacer su viaje. Les
pareció muy chulo porque era verde y sus alas multicolores. Un avión muy
especial y diferente al que se subieron para comenzar su largo viaje.
Estaba atardeciendo cuando se
aproximaron a la costa americana. Carlos observó el paisaje. Veía perfectamente
el perfil de la costa porque estaba muy cerca, el mar estaba en calma, parecía
una piscina, estaba nublado pero los rayos del sol se reflejaban en el mar. Se
veía el acantilado de una isla, alto, oscuro, como una montaña en el mar. Cerca
del acantilado, podía ver también unas rocas.
Era un paisaje que transmitía
tranquilidad, calma, relajación, disfrute… nada más lejos de la realidad.
Justo en ese momento, el piloto
les comunicó que tenían graves problemas en los motores del avión, que estaban
ardiendo y que la única solución posible para salvarse era saltar al mar, a
pesar de que se encontraban en el mar de los “Defines carnívoros” y eso podía
resultar también muy peligroso.
Carlos, que era un chico joven,
alto, fuerte, delgado, listo, divertido, guapo y muy valiente, saltó el
primero. Mientras caía al agua, (Andrea y Juan se preparaban para saltar del
avión), Carlos vio a un delfín carnívoro de los que les había dicho el piloto.
A pesar de su valentía, en ese
momento sintió mucho miedo y gritó todo lo alto que podía, porque el delfín
estaba cerca. Le dio tiempo a verlo bien en su caída; el delfín era mucho más
grande que él, de color rosa y morado, con cara de malo y de pocos amigos.
Carlos pensó:
– ¡¡En cuanto caiga al agua, me
merienda!!-.
Ya en el agua, Carlos nadó todo
lo deprisa que pudo hasta llegar a una de las rocas que había visto desde el
avión. Era una roca pequeña, oscura y estaba mojada.
Al poco tiempo, llegaron sus
amigos que estaban empapados, muertos de miedo, nerviosos y sin saber qué hacer
(igual que Carlos).
Estaban en mitad del mar, cerca
de la costa pero sin móviles ni manera de comunicar el accidente. Y lo que era
peor… estaban en el mar de los Delfines carnívoros. Sólo podían hacer una cosa;
esperar a que alguien les rescatara.
Pasaron horas y horas pero los
tres seguían igual, hambrientos y súper preocupados pues estaban rodeados por
delfines carnívoros.
De repente, Andrea dijo muy alto:
- Mirad esa isla. Podemos ir
nadando hasta allí.
Pero Carlos y Juan no estaban
muy de acuerdo con la idea de Andrea, pues tenían mucho miedo. Después de media
hora discutiendo sobre qué iban a hacer, Andrea consiguió convencerles de que
si iban nadando muy rápido conseguirían llegar. Carlos no parecía tan asustado
como Juan.
Cuando se dispusieron para salir
nadando, Andrea y Carlos salieron muy rápido, sin darse cuenta de que Juan se
había quedado.
Por fin, Andrea y Carlos
llegaron a aquella isla. Había gente normal paseando, comiendo en restaurantes,
etc.En resumen, que todo parecía
normal.
Estaban a punto de cantar
victoria pero… Carlos pegó un grito diciendo:
-¿Dónde está Juan?
Andrea y Carlos empezaron a
alterarse y a sospechar, pues no sabían si se había quedado en aquella roca.Sólo se les ocurrió ir a la
comisaría más cercana (no sabían mucho inglés).
No les costó mucho encontrar una
pero el problema era si el policía se lo iba a creer.
Al llegar el policía parecía un
poco extrañado porque Andrea y Carlos estaban empapados. Les costó un poco
comunicarse con aquel policía, pero al final lo consiguieron.
El policía pareció no habérselo
pensado dos veces. Lo que hizo fue telefonear muchos números.
Al rato se empezaron a oír
helicópteros venir. Uno aterrizó en la orilla del mar.
Un señor alto, fuerte y con una
melena muy larga salió del helicóptero y les dijo que se subieran.
Fueron corriendo hacía el helicóptero
y se subieron en él; le guiaron hasta donde estaba Juan.
Juan estaba en el mismo sitio de
antes sólo que estaba tumbado.
Andrea y Carlos se asustaron
mucho porque pensaban que un delfín le había hecho algo.
-Aquí, baja; es aquí. - Dijo Carlos.
El helicóptero empezó a bajar
pero un poco antes de llegar al mar se paró. El señor dijo que bajaran y que cogieran a Juan.
Cuando estaban ya en el
helicóptero se dieron cuenta de que respiraba. En el helicóptero había un
médico que dijo que se podía haber desmayado por hambre.
Regresaron a la isla en el
helicóptero y llevaron a Juan a un hospital donde le curaron y le dieron
servicios médicos hasta que se recuperó. Le hicieron varias pruebas y
descubrieron que Juan se había desmayado por deshidratación y por hambre.
Al día siguiente le dieron a
Juan el alta médica y estuvieron el resto del día en la playa de enfrente hasta
que llegó la noche y se fueron a un hotel a dormir después de un largo día. A la
mañana siguiente decidieron disfrutar de lo que les quedaba de vacaciones, que
no era poco.
Estuvieron en la isla todos los días y pasaron unas vacaciones
increíbles. Al regresar a la ciudad
donde residían Andrea, Carlos y Juan ya tenían mogollones de anécdotas por
contar. Una de ellas era saltar desde un avión en llamas y caer al agua. Los
tres amigos hicieron la promesa de ir algún día a Estados Unidos ya que ellos no
pudieron ir en esas vacaciones y tenían tantas ganas de ir que al verano
siguiente estaban embarcando ya en el
aeropuerto rumbo a Estados Unidos. (En
ese viaje sí que llegaron a su destino.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario