jueves, 15 de junio de 2017



EL EXTRATERRESTRE

Una noche me quedé pensando bajo las estrellas del cielo azul. Estuve pensando que si era el único en el mundo, pero yo pensaba que no era el único, que había más seres vivos en otro mundo. Estaba convencido de que no era el único en el mundo así que sin pensarlo dos veces me fui a construir una nave. Cuando la terminé me quedó bastante bonita; la nave era morada con luces de color rosa.

Al amanecer del siguiente día empecé a hacer la maleta. Una vez hecha me fue a la nave para arrancar. Estaba tan orgulloso de mí mismo que le puse un nombre a la nave; decidí que se iba a llamar Hamolink. Cuando el nombre ya estaba decidido arranqué la nave.

Un minuto después ya estaba perdido en medio del espacio. Decidí ir a cualquier lado hasta que me encontrase algo, y eso hice. Fui en línea recta con mucha velocidad, hasta que me encontré una bola en medio del espacio. Se veía tan pequeño que creí que era una bola de basura pero decidí acercarme. Cuando ya estuve muchísimo más cerca me di cuenta de que esa bola era enorme pero yo seguí y seguí hasta que me di cuenta de que estaba yendo a la velocidad de la luz. En ese momento me asusté mucho porque no sabía muy bien cómo usar la nave. Un rato después me desmayé de lo rápido iba nave.

Cuando me desperté estaba perdido, en un planeta desconocido, en un hábitat desconocido y sin nadie con quien hablar, excepto mi nave. Lo que había a mi alrededor era, digamos, extraño: la hierba era verde, el río azul (si era un río), los árboles marrones y las hojas verdes.  No había ningún ser vivo aparte de mí y mi nave Hamolink.



Empecé a indagar por los alrededores. Tenía que buscar alimento. Encontramos un tipo de fruta.

 – Detecto que es comestible. Dijo Hamolink

-Pero, ¿tu, que comerás?  Dije yo.

-¿Ves esa especie de río? Me dijo.

 -Sí. Contesté.

-Tiene minerales apropiados para una nave como yo, como calcio y el hierro.

Después de comer, nos fuimos a explorar.



Estuvimos tres largos días buscando al menos una pista que nos llevase de vuelta a casa. No hubo ningún  resultado. El cuarto día me encontré una alegría.

-¡Lo hemos conseguido!-Exclamé.

Habíamos encontrado una pista. Leí:

 -Una puerta, cuatro llaves, a las cuatro necesitas, para la puerta abrir, y la primera ya está aquí.

 -Pero, ¿Dónde está? -Me dije.

Entonces apareció la llave.

Obviamente la llave era de metal; su forma era extraña, más o menos como la de una concha. Nos pusimos manos a la obra. La verdad era que me había emocionado tanto que no me había fijado en dónde estaba la siguiente  llave. En mis pensamientos dije:

 -¡Cachis. No sé dónde está!

De repente la llave empezó a brillar. Cuando se apagó conseguí  vislumbrar algunas letras. Leí: -A lo mejor tú no pero, ¿ y él?



Mire lentamente y lo que vi no era nada agradable. Su cuerpo era grande, los ojos negros como un mejillón, pese a no tener pelo lo parecía gracias a su piel grisácea como el cabello de un anciano. Estaba cachas.



Tuve suerte, no me había visto. Me subí a Hamolink y nos redujimos al tamaño de un mosquito. Mientras me acercaba descubrí que tenía un pergamino. Me acerqué todavía más.

-¡Un mosquito! -Grito.

De repente empezó a intentar aplastarme. La llave volvió a brillar. La aberración se paralizo. Fui corriendo a por el pergamino.



Al abrir el pergamino, me encontré la segunda llave. La llave se iluminó y esto fue lo que leí:

-Sigue, te queda poco. Cuarenta pasos hacia el norte y la siguiente llave tendrás.

Eso fue lo que hice. Entre al templo. En el templo decía que sólo me quedaba una llave para la puerta abrir. El resto estaba borrado. Había sido demasiado fácil. Eso sí, lo que me deparase el futuro estaba dispuesto a hacerlo.



Una vez todas las llaves conseguidas abrí la puerta y me encontré con un mapa. Estaba ilusionado por volver a su casa pero por otra parte no porque seguía estando solo.

Entonces cogí la nave y me fui un poco decepcionado. Cuando llegué, toda mi casa y el mundo estaban lleno de extraterrestres como yo. Nada más salir de la nave fui corriendo a hablarles. Al cabo de un tiempo hice un montón de amigos. Y ya no me sentía solo.




Fin

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