RAYAS Y SUS AMIGOS
Érase una vez un gato pequeño
pero muy listo y muy glotón. Se llamaba Rayas. Era gris con rayas negras; sus
ojos eran verdes como la hierba, tenía la piel super suave y era muy limpio.
Siempre llevaba un bombín naranja y azul y sabéis qué…era mágico, podía sacar
todo lo que quisiera menos cosas que se comen.
Era 1 de marzo del 2016, la
mañana estaba fría. Su pueblo se encontraba en una llanura del campo al pie de
una cordillera de montañas altas con nieve.
Rayas paseaba por encima de un
muro muy estrecho y le entró mucha hambre hasta el momento en el que le sonaban
las tripas. Justo en la casa de enfrente, un niño abrió la ventana. Rayas
aprovechó para meterse en la casa. Cuando entró por la ventana se cayó en el
cubo de la basura. Salió y estuvo paseando lentamente. Su corazón le iba a
cien, tenía miedo de que le descubrieran. Hasta que… ¡ahí estaba! ¡La nevera!
Sus ojos se iluminaron como estrellas y empezó a zamparse todo lo que veía.
Cuando se llenó, se fue a buscar la ventana para salir y de repente…
Tenía la tripa llena y se fue
a descansar al sol en el jardín, y allí se encontró con un precioso lagarto
verde muy glotón que también estaba tomando el sol. Los dos observaban cómo una
mariposa juguetona revoloteaba sobre sus cabezas y les estaba molestando en su
descanso. El lagarto glotón, aunque sabía que la mariposa era venenosa, dio un
salto y se la comió de un bocado.
-
¡Cuidado!, ¡Esa mariposa es venenosa!,- gritó
Rayas
-
No te preocupes, me he comido cientos de ellas
y nunca me ha pasado nada. Ahora podemos descansar tranquilos. Mira allí hay
una mariquita, si no estuviera tan lejos, me la comería también…
-
Si, se llama Rita,- contestó Raya, -éramos
amigos…
Cuando Rayas por fin se libró
de aquella mariposa venenosa le fue a dar las gracias al nuevo amigo que había
hecho aquel día. Era el lagarto glotón que, al igual que él, le encantaba comer
todo lo que podía. Pero Rayas se había olvidado de la ayuda que le había dado
la mariquita Rita. Ella se estaba sintiendo sola cuando un sentimiento de rabia
recorrió su cuerpo.
-Cómo
ha podido ese asqueroso gato olvidarme? Yo fui la que le salvó de la mariposa. -Dijo
ella llena de ira.
Rita, la mariquita, empezó a
idear un buen plan para acabar con Rayas. Mientras tanto Rayas y lagarto glotón
daban un paseo por las montañas. Y justo entonces a lagarto glotón le
retumbaron las tripas.
-¡Qué hambre tengo!-Dijo él
con cara tristona mirándose la tripa.
De repente apareció por allí
Rita, la mariquita. Estaba ella tan feliz de sí misma que se le ocurrió empezar
con el plan malvado que ella misma había inventado.
-
Rayas, Rayas, ¿por qué no te pasas por mi casa
para tomar algo con tu amigo lagarto Glotón?
Entonces, llegó sapo, el
embustero, con su cara de pillo habitual. Miró a la mariquita y luego la
mariquita le miró a él. La mariquita se puso a chinchar al sapo y le dijo:
-
¿A que no me pillas, gordito?
Muy
ofendido el sapo la miró y le dijo:
-
¡Te comeré con patatas!
Y la mariquita se puso a volar
en círculos sin parar. El sapo sacó su lengua gigante y sin pensárselo dos
veces se la zampó. Luego el lagarto no pudo aguantar más y se comió al sapo.
Rayas alucinaba con aquella rara experiencia que acababa de vivir.
-
Sácame de tu asquerosa y repugnante barriga o
lo haré yo mismo- Gritó el sapo desde el interior de la tripa del lagarto; éste
se sentía dolorido por dentro.
Entonces el lagarto glotón
escupió al sapo de su bocaza que a su vez escupió a la mariquita Rita. Ella
estaba desesperada y se dio cuenta de que no tendría que haberse metido en un
lío como ese y les pidió perdón y se fue. El sapo embustero también pidió perdón
y se fue sin volver la cabeza. Luego el gato y el lagarto vivieron felices y
comieron perdices. Pero juraron nunca separarse y siempre estar el uno para el
otro.
Vivían juntos en la misma casa, y así podían charlar cada
día, Rayas apoyado en el poyete de la ventana y el lagarto glotón en la pared,
tomando el sol.
Al poco tiempo de vivir juntos se dieron cuenta de que
echaban mucho de menos la compañía de Rita y decidieron salir a buscarla para
invitarla a vivir en su jardín y así poder verse todos los días.
La encontraron comiendo hojas en una planta y la
preguntaron si quería ir a vivir con ellos y le prometieron que se iban a
portar muy bien con ella. Rita, aceptó en seguida la invitación. Estaba
entusiasmada.
Cuando llegaron a casa los tres amigos, Rita se quedó
sorprendida de la cantidad de plantas que había en el jardín…y pensó que
aquello era como un paraíso.
FIN
Nacho
Tomé Otero
No hay comentarios:
Publicar un comentario