Érase
una vez un pequeño pueblo oculto detrás de una montaña y rodeado de árboles
altísimos. El pueblo se llamaba Troncosaltos porque en el vivían unas pequeñas
criaturas encantadoras conocidas como los duendes de los troncos.
Dorada
era unas de las jefas del pueblo y se encargaba de vigilar todos los caminos
para que no entraran otros seres fantásticos. Sus ayudantas eran tres hadas
llamadas: Coliflor, Carita y Tres Caminos.
Dorada tenía el pelo largo y moreno, ojos
negros, boca pequeña y orejas puntiagudas. Tenía un poco de mal carácter; era
mandona pero muy valiente.
Un
día, cuando las cuatro estaban haciendo su trabajo, se escuchó un gran ruido
entre los árboles.
De
repente salió un gran monstruo hambriento, y allí había un montón de comida
¡todas sus reservas! Entonces el gran monstruo hambriento cogió toda la comida,
pero al llevársela se le iba cayendo un poco. Así que Dorada y sus amigas
fueron recogiendo los restos de comida y la iban escondiendo. Cuando un día se acabó
toda la comida todos estaban muy hambrientos. Estuvieron días pensando pero no
se les ocurría nada.
Después
de haber pensado durante mucho tiempo cómo librarse de aquel gran monstruo que
les robaba la comida, encontraron una solución. A Dorada se le ocurrió una gran
idea que era, poner comida de cebo y, cuando el monstruo se acercara para
llevársela y comérsela, las hadas tirarían una jaula encima de él. Después, las
hadas le llevarían a otra dimensión con
sus polvos mágicos. A todos les pareció bien la idea de Dorada así que
decidieron hacerlo. Lo intentaron y les salió de rechupete y nunca más volvió a
venir ningún monstruo a robarles comida.
FIN
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