LA MONTAÑA
Aquella mañana a Cion le salieron
los cálculos para mandar a alguien por el espacio-tiempo.
-Ven –me dijo Cion.
-Ya voy, amo -le contesté con mi
voz metálica.
Aquella máquina era moderna y
aerodinámica, con muchos botones que parpadeaban sin parar. Pero había un botón
rojo que sobresalía del resto de botones. Yo iba a tocarlo cuando Net, el
ayudante de Cion, me gritó:
– ¡Atrás, trozo de escoria¡ -
-Vale, Net- le dije en voz baja.
Yo retrocedí unos 3 metros. Cion me
mandó que subiera el interior de la máquina y allí era todo lo contrario al
exterior. Por dentro tenía un
confortable sillón de color amarillo, un lujoso volante
con una cubierta de cuero y una pantalla para elegir tu destino.
Yo elegí la Edad moderna
–temprana. Mientras, yo escuchaba a Cion
y Net discutiendo.
Sin querer
Cion pulsó el botón
equivocado y me mandaron a un pueblo en el año 1783. La máquina
quedó anclada en la montaña más alta de una cordillera y yo rodé hasta un pueblo . Era un pueblo tranquilo, poco transitado y con
casas de paja y madera. Me dirigía de
vuelta a la montaña cuando…
-Hola, señor. ¿A dónde va?- me preguntó un campesino sorprendido.
-Buenos días. Voy a ese pico de allí - le respondí cortocircuitado.
-Necesitará a un guía- me contestó aquel extraño todavía con asombro.
-No tengo dinero para un guía- le respondí mientras miraba mi
cuerpo metálico
-¡Es gratis para todos los Santos¡-grito ilusionado.
No tuve mas remedio que aceptar.
Cuando empezamos a subir eran solo explanadas, pero cuando
terminó la parte fácil había un cartel en el que podías leer: “Si subes más,
morirás”. El campesino me dijo que siguiera; yo tenía miedo y mucha preocupación.
Cuando ya solo quedaba el último tramo, teníamos que
escalar una pared vertical. La escalé sin problemas, me monté en la máquina, me
despedí del campesino, marqué en la pantalla 3.458 y me fui. Cuando llegué a mi
destino, había una enorme multitud aplaudiendo a Cion: era la primera vez que
algo iba por el espacio-tiempo. No
importaba que yo hubiera sido un robot.
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