jueves, 19 de diciembre de 2019


EL CASTILLO Y LOS MIL MISTERIOS.

 

Nos encontramos en el año cuatro mil, en un castillo embrujado aún sin descubrir. El castillo está situado en el medio de la selva amazónica. El único ser del planeta que conoce este castillo es un extraterrestre de cientos de años.  El extraterrestre, llamado Gusgus, lo encontró en una de sus expediciones a la Tierra, cuando se estrelló con su platillo volante. Gusgus pensó que estaba habitado y no se atrevió a entrar, lo que le produjo una gran intriga: quería saber cómo sería por dentro. Así que después de pensárselo varias veces se atrevió a entrar.

Por dentro el castillo daba escalofríos y temblores, daba mucho miedo. Era oscuro y el suelo crujía, daba sensación de que las paredes se encogían cada vez más. De repente se oyó una aguda y escalofriante voz que decía:

- Huye, huye y no vuelvas más.

Gusgus pegó un salto y salió corriendo. “¿Qué habría sido esa voz? ¿quién sería?”, se preguntó. Tuvo que pasar la noche en su nave que estaba rota; no pudo pegar ojo, se había quedado pensando en la voz. Al cabo de horas y horas despierto empezó a amanecer, el día había llegado.

Y sin haber dormido tenía que arreglar su nave, pero no tenía con qué hacerlo. Así que decidió investigar la zona para conocer el terreno y sus habitantes, pero se llevó una gran sorpresa, todo aquel lugar era selva y no había ni rastro de civilización. Gusgus, desconcertado, decidió volver, pero se había alejado tanto que  se había perdido, ¡no sabía cómo regresar! Caminó durante horas y horas, pero nada, no había manera, estaba totalmente solo y totalmente perdido. Desesperado por regresar decidió subirse a un árbol a descansar y al día siguiente volverlo a intentar. Pero los peligros acechaban y eso le impedía dormir; por segunda noche consecutiva no durmió.

A la mañana siguiente se subió a la copa del árbol más alto que encontró para ver si veía por dónde tenía que ir. Pero no vio ni rastro del castillo, y salió por segunda vez a caminar sin rumbo. Solo y desesperado después de caminar durante varias horas decidió parar un rato a descansar; estaba cansado, tenía hambre, tenía sueño y no comía desde hacía días. Él ya se daba por muerto.

De repente escuchó un ruido, tenía miedo y temía que pudieran matarle o devorarle. Cada vez se oían más fuertes los ruidos, cada vez se acercaba más y más. Parecía que iba a ser un bicho enorme y despiadado que le iba a devorar en un segundo, pero lo que apareció fue un ratoncito pequeño y con un quesito entre los dientes.

Después de haberse llevado un gran susto, sospechaba que había algo más, no era solo el ratón, porque semejante ruido no lo podía hacer un ratón. Apareció una estampida de monos, gorilas, serpientes… todos huían, pero ¿de qué huirían? La intriga le corroía. Apareció una bestia enorme, pero ¿qué era aquella bestia? ¿un gorila? No ¿un monstruo? tampoco ¿Qué podría ser? Se subió a un árbol e intento mirar a ver si se veía a esa enorme y despiadada bestia. Pero no vio nada. Decidió seguir el rumbo de la estampida, pero no la alcanzó así que se puso a un lado escondido entre los arbustos y esperó.

Pasó la noche en ese mismo lugar, se sentía algo más seguro allí así que pudo dormir unas horas. Hasta que algo interrumpió su sueño; se levantó una fuerte corriente de aire y luego, sin darse cuenta, todo a su alrededor estaba en llamas. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué era lo que producía esos cambios repentinos? Era algo raro, pero ¿Qué era?

Al cabo de unos minutos el fuego se apagó y volvió la calma. Se puso en pie y partió de viaje por tercera vez. Pero no sabía ni a dónde se dirigía.           Decidió ir para un lado, pero luego cambió de idea y fue hacia el otro. Así una y otra vez. Siguió y siguió caminando, pero no encontraba nada de nada. No sabía qué hacer así que pensó que lo mejor sería dejar de intentarlo y morir en ese mismo lugar.

Escuchó una dulce y sofisticada voz que le decía:

-No te rindas aún, queda mucho camino por delante.

Se le pasaron mil preguntas por la cabeza, pero al final todas fueron contestadas y decidió seguir adelante. Acababa de encontrar comida, estaba lleno y satisfecho. Era raro que ahora todo fuera tan bien. Se escuchó un grito escalofriante y tenebroso. ¿De quién habría sido? ¿Cómo podía ser que en aquel lugar en el que no existía la vida humana se hubiera escuchado ese grito? Parecía que había gente, ¿Cómo podía ser? No se sabe de dónde  apareció un espectro de una chica muerta, ¿Qué estaba pasando? Daba miedo, flotaba en el aire y se tambaleaba. Gusgus estaba muerto de miedo, estaba temblando; el espectro desapareció, ¿Qué había sido eso? Gusgus no se lo podía creer, cerró y abrió los ojos varias veces; no se lo podía creer, estaba delante del castillo. El espectro le había teletransportado hasta allí. Resulta que el espectro era el que, con la voz aguda y escalofriante le había echado. Pero aún faltaban dos cosas por arreglar: la primera, su nave; y la segunda ¿Por qué el espectro le había ayudado?

Cuando fue a ver cómo estaba la nave y qué necesitaba para arreglarla, vio que estaba en perfecto estado ¿Cómo? Resulta que el espectro le había ayudado para compensarlo por el susto que le había dado.

Y ahora, ¿por qué le había ayudado en todo eso? Tenía que averiguarlo. Lo único que quería era dejar su castillo en buenas manos y por eso le puso todas esas pruebas. Por lo menos eso fue lo que le explicó. Apareció una sombra, pero ésta no tenía nada que ver con el espectro. No.

¡Era la madre de Pablo! ¡Todo había sido un sueño! La madre de Pablo iba a despertarle para desayunar e irse al colegio.
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FIN.

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