En una noche cálida de verano, a las afueras de un pequeño pueblo, un grupo
de niños jugaba al escondite. Juan, el más pequeño, quiso esconderse de tal
manera que tardaran gran parte de la tarde en encontrarlo, por lo que se dirigió a un bosque cercano. Sus hermanos empezaron a preocuparse una vez que
ya todos habían sido pillados o habían salido de sus escondites, menos Juan.
Todos empezaron a gritar su nombre:
-
¡¡¡Juan
¡¡¡, ¡¡¡Juan ¡¡¡¡, ¡¡Esto ya no tiene gracia ¡¡, ¡¡¡¡¡Nos tenemos que ir a casa a cenar ¡¡¡¡¡, ¡¡¡¡Ya es tarde ¡¡¡¡,
Pero él no contestaba.
- ¡¡¡¡Juan ¡¡¡¡ ¡¡¡¡Juan¡¡¡¡ ¡¡¡¡Juan
¡¡¡¡
Seguía sin aparecer…. Como la
situación no cambiaba y estaban muy preocupados, no les quedó más
remedio que avisar a sus padres.
Todo el pueblo se puso en marcha para
buscar a Juan; estuvieron toda la noche intentándolo pero no había señales de él
por ninguna parte. Sus padres estaban desesperados,
sus amigos se sentían muy culpables por
haber jugado al escondite, pero ya no tenían fuerzas para seguir buscando, así que se fueron a descansar un
poco.
Juan avanzó y avanzó por el camino,
perdiendo un poco la noción del tiempo hasta que en el primer árbol gigante que vio, decidió
esconderse. Al rato, aburrido porque no le encontraban, se quedó dormido. Cuando despertó, estaba desorientado; se dio cuenta de que a lo lejos había una luz.
Era una pequeña casa y como estaba muy
hambriento fue hacia ella. TOC TOC, llamó a la puerta. TOC TOC, volvió a llamar,
pero nadie contestaba…. Se asomó por la ventana extrañado de que nadie le abriera
la puerta a pesar de la luz, y le
pareció ver a un señor un poco raro sentado en una mecedora, tapado y con una bolsa al hombro. De repente,
se giró y le miró fijamente; justo en ese momento, le pareció escuchar a
alguien gritando:
-
¡Ayudaaaa,
ayudaaaa!
Ante esta situación Juan salió
corriendo asustado, pero ya era tarde……
A la mañana siguiente, una vez que habían
descansado, todo el pueblo reanudó la búsqueda. El panadero encontró una
zapatilla que los padres de Juan reconocieron como suya; eso les dio una pista
de por dónde era mejor seguir buscándole, por lo que se adentraron más hacia el
bosque, a pesar de que les pareciera una zona muy lejana para irse a esconder.
Una vez allí, estaban un poco
asustados porque no conocían ese sitio y encima se puso a llover a cantaros. Se
oían truenos, se veían relámpagos y un fuerte viento soplaba; corrieron como
nunca…pero no paso nada, todo quedó en un suspiro.
Al día siguiente amaneció una mañana
soleada; volvieron a ir al bosque, aunque ya no tenían tanto miedo. Una vez
allí, parecía que no había nada ni nadie, pero sí que había... Los hermanos
volvieron a gritar su nombre:
- ¡Juan!, ¡Juan ¡
Pero nadie contestaba. A lo lejos,
vieron una pequeña casa que parecía abandonada y fueron hacia allí. Dentro de
la casa no había nadie, pero cerca se escuchaba unos extraños ruidos, como de
algo metálico golpear fuertemente; el miedo se hizo con ellos, se temían lo
peor y fueron acercándose pasito a pasito sin hacer ningún ruido. Vieron a un
señor mayor, con una joroba, se refleja
su sombra con un hacha y un saco que parecía que dentro tenía algo. Ellos, en
vez de escapar, no se les ocurrió otra cosa que preguntarle:
-Buenos días señor, ¿ha visto por
aquí a algún niño de nuestra edad llamado Juan? Es que, anteayer estuvimos jugando
al escondite por esta zona y le estamos buscando, pero…no sabemos dónde está,
dijeron con cara muy preocupada.
-Lo siento muchachos, nadie ha pasado
por aquí en muchos años- dijo con voz de anciano y con cara de pícaro…,-¡¡ Ah,
no !! Se me olvidaba, hace dos días apareció por aquí un niño muy asustado y hambriento….
Sin saber por qué razón se puso a gritar como un loco y nos asustó mucho a mi nieto y a mí, por lo que salimos fuera de
casa para ver que ocurría. Menos mal que mi nieto corre más que yo y le pudo alcanzar.
Después de tranquilizarse nos explicó que se había perdido mientras jugaba al escondite.
Como ya era muy tarde y se le había perdido la zapatilla, le invitamos a entrar
en casa, cenamos al calor del fuego y se durmió.
- Pero si acabamos me escuchar gritos y un sonido
metálico- dijeron los hermanos de Juan.
- ¡¡¡Pues claro!!! Soy leñador. Todos los días
corto leña y la transporto en mi saco porque ya no tengo tantas fuerzas.
- Ah…. Vale, vale, pero, ¿dónde está Juan?
- Pues con mi nieto que le está
enseñando a cortar leña. Nos dijo que hasta que no aprendiera no volvería a
casa, aunque en pocos días lo conseguirá porque es muy listo y trabajador.
Al rato fueron a avisar a la familia
diciéndoles que habían encontrado a Juan. Fueron todos corriendo al bosque y se
dieron un gran abrazo y, para celebrarlo, cenaron juntos. Menos mal que todo
esto quedó en un gran susto.
MORALEJA: Las apariencias engañan…
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