miércoles, 22 de abril de 2015

TRABAJO REALIZADO POR DANIEL.


EL CABALLERO, LA PRINCESA Y EL CUELEBRE

 

 











1. Equipo de rescate

El “ilustre” caballero Topolón Remolón dormía placidamente en sus aposentos; seguramente no se despertaría hasta las diez o las
once porque era tan “madrugador”… Pero ese día no fue así.

-Sir, sir,¡sir!

Topolón saltó de la cama espada en ristre; una sombra se movió, primero levantó una mano y luego, lentamente, la otra.

-¿Confuncio? ¿Cuántas veces te he dicho que no me despiertes antes de las once?-Dijo Topolón.

Su escudero, Confuncio Listillo, bajó las manos y replicó:

- Pero, sir, recuerde, “a quien madruga Dios le ayuda” y usted va a necesitar mucha ayuda

Topolón se puso de puntillas para mejorar, si es posible, su “esbelta” figura.

-¿Ayuda, yo? ¡Jajajajajaja! Pamplinas –Se mofó el caballero-Si no tienes nada que decirme voy a dormir

Pero Confuncio le detuvo:

-¡Espere! El rey quiere hablar con usted.

Topolón se bajó de la cama y resopló:

-Ahora vooooooooy.

Topolón empezó a ponerse la cota de maya. Topolón era alto y flaco, tenía  una melena rubia; Confuncio era menudo y algo rechoncho, además de moreno.

-Mi hija, Dorotea Doradina, ha sido raptada por un cuélebre que vive en la Cordillera Transatlántica-Dijo el rey Colombus,

Topolón estaba arrodillado ante el magnífico trono del rey; a su lado estaba, arrodillado también, Confuncio.

-Yo la rescataré, su majestad-Dijo Topolón-Cruzaré ríos y montañas para rescatar a la doncella.

El rey dio un salto de alegría.

-¡Excelente! Partiréis mañana al amanecer. Os daré mi mejor caballo y el segundo será para su escudero. Podéis retiraros.

En sus aposentos, el caballero dormía y soñaba que cuando rescatara a la princesa le pediría su mano al rey y vivirían felices y comerían perdices. Mientras tanto, Confuncio buscó por todo el castillo la mochila más grande que pudiera encontrar y cuando la encontró se puso a llenarla de todo lo que podía serles útil.

Confuncio llevaba horas esperando junto al purasangre del caballero y su zaino. Cuando el sol estaba ya alto en el cielo, Topolón por fin se dignó a aparecer en el portón.

-¡Confuncioooo! ¿Por qué no me has despertado?

Confuncio intentó justificarse:

-Pero usted me dijo que hasta las once no le...

Topolón no le dejó acabar:

-Bla,bla,bla. Da igual partamos.

Los héroes montaron en sus caballos y partieron a salvar a la princesa.

 

2. El defensor del puente

Después de dos días llegaron al río; la única forma de cruzarlo era por el puente ya que el río estaba infestado de pirañas. Pero el puente estaba defendido por el malvado Caballero Negro.



-¡Oh, no! Es el caballero negro. Dicen que su lanza es tan afilada que puede atravesar la muralla de un castillo solo con tocarla y que su caballo es más rápido que cualquier huracán-Dijo el caballero

-¡Fuera de aquí, no sois bienvenidos!-Dijo el Caballero Negro con una voz grave que parecía salir de un espíritu atormentado-¡Si no os marcháis os atravesaré con mi lanza!

Topolón se preparó para poner pies en polvorosa. Confuncio, en cambio, se acercó tranquilamente al villano y le soltó:

-“Perro ladrador, poco mordedor”¡Buh!

El caballo del Caballero Negro  se puso a dos patas y su amo cayó al suelo; inmediatamente se levantó y salió corriendo.

- ¿Cómo sabías que no te haría nada, Confuncio?-Preguntó Topolón.

-Muy fácil-Contesto el escudero-Tenía un tatuaje de un gatito en el brazo. Ningún caballero que se precie tiene el tatuaje de un gatito en el brazo.

 

3. El timador

Cuando cruzaron el río llegaron a un pueblecito acogedor.

-Tengo una gran idea-Anunció el caballero-Le compraré un colgante a Dorotea.

Dicho y hecho. Topolón se acercó a la tienda más cercana; “Alberto Sabandija, todo tipo de baratijas” ponía en la entrada de la tienda-Hola querido cliente-Dijo Alberto.

Desde luego parecía una sabandija. Era todo huesos, tenía un bigotito negro y fino además de una mirada perspicaz.

-Me gustaría comprar el mejor collar que tenga en venta-Dijo Topolón.

Sabandija se agachó, sonó un golpe y un cristal roto. Luego, Alberto se levantó y le enseñó un colgante de diamantes.

-Son 2.000 monedas de oro-Le dijo la sucia sabandija.

-No tengo tanto pero le ofrezco 100 monedas de oro y nuestros caballos-Respondió Topolón.

Entonces Confuncio intervino en la conversación:

-Sir, ¿puedo hablar con usted?-Preguntó.

-Ahora vuelvo-Dijo el caballero dirigiéndose a Alberto.
 
Ya lejos, Confuncio le dijo al caballero-No creo que sea buena idea. Ese hombre me da mala espina. Además, recuerde que “no es oro todo lo que reluce”.

El caballero se rió:

-¡Pero que tonterías dices! Ese hombre es del todo fiable.

El escudero suspiró y dijo:

-Bueno “el que avisa no es traidor”.

Topolón compró el colgante y luego se fueron del pueblo. Pero cuando examinaron el collar observaron que los diamantes no eran más que cristales, ¡les habían timado!

4. La travesía de las montañas

Llevaban días caminando, tres días,  y se acercaban a las Montañas de Sorbete, Confuncio sacó un abrigo de la mochila y Topolón le preguntó:

-¿Porque sacas el abrigo si no hace frío?

Y su escudero le respondió:

-“Más vale prevenir que curar”.

De repente, les alcanzó una tormenta de nieve.

-Se lo dije sir-Le recriminó el escudero a Topolón; pero luego le dio un abrigo al caballero.

A lo lejos vieron una casita en medio de la nieve.



Llamaron a la puerta de la casa y les abrió la puerta un ancianito que les dijo:

-Hola jovenzuelos soy Pedro Pilluelo, ¿Qué queréis?

Confuncio le dijo:

-Aquí fuera hace mucho frío, ¿podría dejarnos pasar la noche en su casa?

Mientras Pedro les dejaba pasar decía:

-Pasad, pasad, jejeje.

Al día siguiente se fueron dándole las gracias a Pedro Pilluelo.

-Adiós y muchas gracias-Decía Confuncio.

Y Pedro contestaba:

- Adiós a ustedes. Que tengan un buen viaje, jejeje.

Más adelante, Topolón se dio cuenta de que su escudero llevaba una bolsita en el cinturón y le preguntó:

-¿Que llevas ahí, Confuncio?

Y él le respondió:

-Verá, sir, como podrá observar, si mira en sus bolsillos ese  tal Pedro Pilluelo nos ha robado las 100 monedas de oro y el collar, pero yo me di cuenta y aproveché para coger 1.500 monedas de oro; “quién roba a un ladrón tiene cien años de perdón”.

Y Confuncio sonrió.

 
5. ¿Quién es el verdadero caballero?

Topolón y su escudero estaban llegando a la montaña Titanic, en la cordillera Transatlántica, donde vivía el Cuélebre. Todo estaba oscuro y gris parecía que las nubes lloraban por estar en un lugar así, pero una música empezó a sonar. Primero, las nubes se volvieron de algodón y la oscuridad se tornó luz; era la famosa arpa dorada de Dorotea Doradina. Cuando ella la tocaba todo se volvía alegre; se decía que el arpa había sido confeccionada por El Nuberu y que éste había usado las crines de un pegaso para hacer las cuerdas del instrumento.

Cuando entraron oyeron la voz del cuélebre:

-¡¿Quién osa despertarme?

Sin responder siquiera, Topolón saltó hacia él espada en mano.

¡¡¡¡¡CLANCK!!!!! La espada se partió en dos, el cobarde del caballero salió corriendo detrás del escudero.

-Cómetelo a él pero, por favor, no me hagas daño ¡buaaaaaaah!

Topolón se puso a llorar.

-¿¿¡¡Pero qué dices!!??-Se sorprendió Confuncio. - Bueno “pelillos a la mar”; yo me ocupo.

Y empezó a avanzar hacia el Cuélebre, la princesa, que lo estaba viendo todo, quedó impresionada por la valentía del escudero. El escudero se arrodilló ante el Cuélebre, metió la mano en la mochila y de ella sacó...



¡Un trozo de pan!

-Por favor, señor, acepta esta ofrenda antes de comerme-Le dijo el astuto escudero.

 Y el cuélebre le respondió:

-¡No creas que por esto no te comeré!

Mientras tanto, se tragó entero el pan.

De repente, el Cuélebre cayó muerto.

-El pan-anunció Confuncio-tenía unos clavos que se han clavado en su garganta acabando con él. “Más vale maña que fuerza”.

Y todos volvieron al castillo.

6. Fueron felices y comieron perdices

En la sala del trono estaban arrodillados Topolón y Confuncio. El rey estaba sentado en su trono y Dorotea a su lado. El rey empezó a hablar:

-Confuncio, da un paso adelante.

Dicho y hecho.

-Por el poder que se me ha concedido, yo te nombro sir Listillo.

Confuncio se retiró.

-Topolón, tú serás su escudero.

Topolón salió corriendo y llorando hacia sus aposentos.

Y así, todos, o casi todos, vivieron felices y comieron perdices.

fin 

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