miércoles, 29 de abril de 2015

TRABAJO REALIZADO POR JORGE




Capítulo 1 


El monstruo de la habitación 


Sara  era una niña que vivía en París. Era bajita, tenía los ojos azules, siempre vestía con ropa cara y su pelo era rubio como el trigo. Le gustaba jugar a pintarse los labios con el pintalabios de su madre y se los ponía tan rojos como un tomate.

A los 8 años, se cambió de casa y, aunque estaba muy feliz porque era una casa muy grande y su habitación era la más bonita que había visto nunca,  ya desde la primera noche escuchó un ruido que parecía proceder de la propia casa. Estaba convencida de que era un monstruo que se escondía en el armario o debajo de la cama.

Desde ese momento, antes de acostarse siempre le pedía a su madre que  revisara el armario  y mirara debajo de la cama para asegurarse de que el monstruo no estaba en su habitación y así poder dormir tranquila pero, aun así,  todas las noches seguía escuchando el ruido.




Cada noche estaba más asustada y estaba convencida de que el monstruo estaría en su habitación  para siempre,  así que le dijo a su madre que no aguantaba más y le suplicó que la dejará pasar la noche con ella.

Mientras dormía con su madre volvió a escuchar el mismo ruido. Le entró tanto miedo que no podía parar de llorar y le dijo a su madre que no podían quedarse en esa casa porque no soportaba dormir con tanto miedo.

Su madre la tranquilizó y le pidió que aguantara una noche más. A la noche siguiente,  como no podía dormir,  se asomó a la ventana y cuál fue su sorpresa cuando descubrió que el ruido que tanto la atormentaba provenía del camión de la  basura que paraba justo debajo de su ventana para recoger los cubos.

Por fin el miedo a los monstruos desapareció  y pudo disfrutar completamente de su nueva casa.


Capítulo 2


El hombre misterioso


 
Sara estuvo muy contenta y sin miedos hasta que cumplió los 14 años. Una noche, cuando se iba a acostar después de haber terminado todos los deberes, se acercó a la ventana para cerrarla y descubrió  una silueta humana que parecía estar mirando a su habitación. Ella  pensó que era un hombre que la vigilaba para saber cuándo se iba y entrar a robar en su casa.

Noche tras noche observaba que la silueta continuaba  vigilándola, pero no se atrevía a decírselo a nadie por vergüenza a que se burlaran de ella por tener miedo.





Una vez al mes, ella y sus amigas hacían una fiesta de pijama y aunque ella siempre ponía alguna excusa para no

 
hacerlo en su casa, no siempre podía evitarlo y disimulaba su miedo lo mejor posible,  lo que le resultaba más fácil porque dormía con su mejor amiga que le daba mucha confianza.

Ya estaba harta de vivir con miedo a ese señor que la vigilaba, así que se armó de valor y decidió ir a hablar con él. A mitad de camino lo pensó mejor y decidió dejarlo para  por la mañana a la luz del Sol.

Al día siguiente salió de casa y fue directa hacia el hombre misterioso y cuando llegó se dio cuenta de que no era más que un simple espantapájaros de madera, con una camisa blanca como el algodón y un gorro rojo que a veces se movía por el viento.

En la siguiente fiesta de pijama que organizó en su casa, les contó la historia a sus amigas y todas juntas se rieron y lo pasaron fenomenal.

 

Capítulo 3


La casa de la bruja



Sara tenía ya 16 años cuando escuchó un rumor por la calle que decía  que la casa abandonada que había cerca de su casa  estaba habitada por una bruja. Decían que si entrabas en la casa, la bruja te metía en una cacerola para comerte.

Al principio Sara no se lo creyó, le pareció hasta un poco infantil,  pero una mañana que pasó por delante de la casa para ir al instituto escuchó un ruido y al asomarse a la ventana vio el vapor que desprenden las cacerolas cuando cuecen algo. Le entró tanto miedo que echó a correr  y no paró hasta llegar al instituto.

Esta vez sí que les contó a sus amigas lo que había visto y se sorprendió cuando todas afirmaron que habían oído el mismo rumor y que tenían el mismo miedo.

Durante mucho tiempo tanto ella como sus amigas evitaban pasar por delante de la casa por miedo a que la bruja existiera de verdad.

Sara hasta soñó con ella y en su sueño la bruja era  muy vieja con un montón de arrugas, una verruga en la nariz, los labios morados como las uvas, el pelo gris como la ceniza y  rizado a trozos, más bien parecían nudos.

 
Cuando contó el sueño a sus amigas éstas aseguraron haber soñado con una bruja muy parecida... No les parecía casualidad; pensaban que la bruja se estaba metiendo en sus sueños para torturarlas.

Un día que tenía mucha prisa, se decidió a pasar por delante de la casa para atajar y, de repente, vio a un grupo de personas en el jardín de la casa de la bruja. Corriendo se acercó para avisarles de que en la casa vivía una bruja pero ellos se rieron y le dijeron que la casa era una casa normal, que les pertenecía a ellos, pero  que hacía mucho tiempo que no la habitaban; solo algunos días de verano iban a hacer alguna barbacoa con sus amigos, de ahí el humo que había visto Sara al asomarse a la ventana.

La invitaron a entrar y a ver la casa y se dio cuenta de que la casa era muy vieja,  pero normal.

 

 

lunes, 27 de abril de 2015

TRABAJO REALIZADO POR KILIAN
TRABAJO REALIZADO POR ADRIÁN
 

EL HOSPITAL ENCANTADO



Un puente de Mayo de hace unos años fuimos con mi familia a una  casa en la sierra de Guadarrama en Madrid. Cerca había un edificio enorme y parcialmente derruido. Me pareció, nada más verlo,  un gran castillo de cuento,  una gran casa encantada.  Al parecer había sido hacía muchos años un hospital de tuberculosos. Está en la Sierra de Guadarrama subiendo por el puerto de los Leones. Allí han habilitado unas casitas en la misma finca que esta el hospital que en su día estuvo lleno de enfermos con tuberculosis. Aquí estuvimos alojados mi familia y yo.

Después de curiosear por la zona un rato, jugando con el balón, decidimos, por curiosidad, entrar  en el antiguo hospital de tuberculosos. Yo soy menos curioso que mi hermano y me costó un gran esfuerzo entrar en este lugar medio derruido y oscuro que encontré algo peligroso, pero me decidí y entre con él.

Al principio no ocurrió gran cosa, pero poco a poco y después de inspeccionar salas enormes y otras salas con pasillos estrechos, decidimos bajar unas cuantas plantas por una escalera al que la faltaban muchos peldaños. Llegamos a una planta en la cual la luz era escasa, había muchos escombros por el suelo; me fijé en que en el centro de la sala había una especie de mesa muy grande y medio rota. Después me dijo mi padre que esto podía ser una mesa de operaciones, donde se colocaban los enfermos para operarlos, o sea que este lugar dentro del hospital eran los quirófanos…   Sentí  como un viento extraño dentro del lugar, aunque el día estaba de lo más calmado, y me entró un escalofrío recorriendo mi cuerpo. Le dije a mi hermano que nos fuéramos de allí lo más rápido posible ya que no me gustaba esta sensación. Creo que mi hermano también la sentía pero se hizo el fuerte y aguantó.

Decidimos avanzar unas salas más hacia adelante y con gran valor me adelante a mi hermano, grave error porque lo que vi y sentí en esa sala me helo el cuerpo. Cuando lo aprecié me quedé paralizado de pies a cabeza y no supe reaccionar rápidamente.  Vi un señor mayor con una bata de color blanco muy sucia… Tenía el pelo de color blanco y se dirigía rápidamente a otra sala contigua. Me extrañó mucho que no dijera ni una sola palabra. Después de ver este espectro o lo que fuera y tras quedarme paralizado, miré a mi hermano; lo que vi fue un rostro blanco como la leche, creo que mi rostro era igual o más blanco que el de mi valiente hermano.  Pasaron unos segundos que a mí me parecieron eternos, cuando al fin logramos reaccionar, y sin decir ni media palabra, salimos disparados hacia la salida del edificio. Creo que no hemos corrido más en nuestra vida… que velocidad, ni Gareth Bale (jugador del Real Madrid) corre tanto por la banda…

Cuando salimos del edificio no paramos de correr hasta que las fuerzas nos abandonaron. Cuando ya estábamos a una distancia considerable paramos en seco y nos miramos a los ojos… Ninguno de los dos sabemos explicar lo ocurrido. Cuando llegamos a casa, aunque nos daba miedo decir lo ocurrido a nuestros padres, ya que mi padre, expresamente y explícitamente, nos había advertido de que no se nos ocurriera ni por lo más remoto entrar en este edificio abandonado y en ruinas por el peligro que el edificio en sí con estas características supone…

Pero claro, a unos niños prohibirles algo que pueda entrañar una gran aventura… Esto hace todo lo contrario, los atrae aún más…

Bueno, por fin que nos decidimos a contarlo. También creo que por  nuestras caras, que eran un auténtico poema de terror,  algo debieron de intuir nuestros padres  y por fin decidimos contar nuestra aventura en el “Hospital abandonado de Tuberculosos”…


FIN


     

domingo, 26 de abril de 2015

TRABAJO REALIZADO POR GUILLERMO.


En una noche cálida de verano,  a las afueras de un pequeño pueblo, un grupo de niños jugaba al escondite. Juan, el más pequeño, quiso esconderse de tal manera que tardaran gran parte de la tarde en encontrarlo, por lo que se dirigió  a un bosque cercano.  Sus  hermanos empezaron a preocuparse una vez que ya todos habían sido pillados o habían salido de sus escondites,  menos Juan.

Todos  empezaron a gritar su nombre:  

-     ¡¡¡Juan ¡¡¡, ¡¡¡Juan ¡¡¡¡, ¡¡Esto ya no tiene gracia ¡¡,  ¡¡¡¡¡Nos tenemos que ir a casa a cenar  ¡¡¡¡¡, ¡¡¡¡Ya es tarde  ¡¡¡¡,

Pero él no contestaba.

- ¡¡¡¡Juan ¡¡¡¡ ¡¡¡¡Juan¡¡¡¡ ¡¡¡¡Juan ¡¡¡¡

Seguía sin aparecer…. Como la situación no cambiaba  y  estaban muy preocupados, no les quedó más remedio que avisar a sus padres.

Todo el pueblo se puso en marcha para buscar a Juan; estuvieron toda la noche intentándolo pero no había señales de él por ninguna  parte. Sus padres estaban desesperados, sus  amigos se sentían muy culpables por haber jugado al escondite, pero ya no tenían fuerzas para seguir  buscando, así que se fueron a descansar un poco.

Juan avanzó y avanzó por el camino, perdiendo un poco la noción del tiempo hasta que  en el primer árbol gigante que vio, decidió esconderse. Al rato, aburrido porque no le  encontraban, se quedó dormido. Cuando  despertó, estaba desorientado;  se dio cuenta de que a lo lejos había una luz. Era  una pequeña casa y como estaba muy hambriento fue hacia ella. TOC TOC, llamó a la puerta. TOC TOC, volvió a llamar, pero nadie contestaba…. Se asomó por la ventana extrañado de que nadie le abriera la puerta a pesar de la  luz, y le pareció ver a un señor un poco raro sentado en una mecedora,  tapado y con una bolsa al hombro. De repente, se giró y le miró fijamente; justo en ese momento, le pareció escuchar a alguien gritando:

-     ¡Ayudaaaa, ayudaaaa!

Ante esta situación Juan salió corriendo asustado, pero ya era tarde……

A la mañana siguiente, una vez que habían descansado, todo el pueblo reanudó la búsqueda. El panadero encontró una zapatilla que los padres de Juan reconocieron como suya; eso les dio una pista de por dónde era mejor seguir buscándole, por lo que se adentraron más hacia el bosque, a pesar de que les pareciera una zona muy lejana para irse a esconder.

Una vez allí, estaban un poco asustados porque no conocían ese sitio y encima se puso a llover a cantaros. Se oían truenos, se veían relámpagos y un fuerte viento soplaba; corrieron como nunca…pero no paso nada, todo quedó en un suspiro.

Al día siguiente amaneció una mañana soleada; volvieron a ir al bosque, aunque ya no tenían tanto miedo. Una vez allí, parecía que no había nada ni nadie, pero sí que había... Los hermanos volvieron a gritar su nombre:

- ¡Juan!, ¡Juan ¡

Pero nadie contestaba. A lo lejos, vieron una pequeña casa que parecía abandonada y fueron hacia allí. Dentro de la casa no había nadie, pero cerca se escuchaba unos extraños ruidos, como de algo metálico golpear fuertemente; el miedo se hizo con ellos, se temían lo peor y fueron acercándose pasito a pasito sin hacer ningún ruido. Vieron a un señor mayor,  con una joroba, se refleja su sombra con un hacha y un saco que parecía que dentro tenía algo. Ellos, en vez de escapar, no se les ocurrió otra cosa que preguntarle:

-Buenos días señor, ¿ha visto por aquí a algún niño de nuestra edad llamado Juan? Es que, anteayer estuvimos jugando al escondite por esta zona y le estamos buscando, pero…no sabemos dónde está, dijeron con cara muy preocupada.

-Lo siento muchachos, nadie ha pasado por aquí en muchos años- dijo con voz de anciano y con cara de pícaro…,-¡¡ Ah, no !! Se me olvidaba, hace dos días apareció por aquí un niño muy asustado y hambriento…. Sin saber por qué razón se puso a gritar como un loco y nos asustó mucho a  mi nieto y a mí, por lo que salimos fuera de casa para ver que ocurría. Menos mal que mi nieto corre más que yo y le pudo alcanzar. Después de tranquilizarse nos explicó que se había perdido mientras jugaba al escondite. Como ya era muy tarde y se le había perdido la zapatilla, le invitamos a entrar en casa, cenamos al calor del fuego y se durmió.

 - Pero si acabamos me escuchar gritos y un sonido metálico- dijeron los hermanos de Juan.

 - ¡¡¡Pues claro!!! Soy leñador. Todos los días corto leña y la transporto en mi saco porque ya no tengo tantas fuerzas.

- Ah…. Vale, vale, pero, ¿dónde está Juan?

- Pues con mi nieto que le está enseñando a cortar leña. Nos dijo que hasta que no aprendiera no volvería a casa, aunque en pocos días lo conseguirá porque es muy listo y trabajador.

Al rato fueron a avisar a la familia diciéndoles que habían encontrado a Juan. Fueron todos corriendo al bosque y se dieron un gran abrazo y, para celebrarlo, cenaron juntos. Menos mal que todo esto quedó en un gran susto.

MORALEJA: Las apariencias engañan…

 


 

 

TABAJO REALIZADO POR LUCÍA
 
 
 



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

LA GRAN AVENTURA

 

Había una vez una chica llamada Paula. Estaba ella tan tranquila por su casa jugando con su hermanita a la consola cuando sus hermanas le pidieron que fuera al bosque a recoger manzanas. Al llegar allí, Paula encontró una especie de cabaña; como ella es tan curiosa entró a ver que había dentro.

Empezó a salir un humo negro y Paula se desmayó porque no podía respirar. Al despertarse y abrir los ojos vio que estaba en la misma cabaña. Le daba un poco de miedo, así que salió de ella. Al salir había algo extraño, ella ya no estaba en el bosque, ni siquiera en su ciudad. Todo aquello que había antes se convirtió en una aldea. Allí había un montón de magos, hadas, espadachines… Entonces se acercó a ella un conejito. El conejito podía hablar; le explicó que aquello era otro planeta y que ella era un espadachín. Entonces, se miró a sí misma y vio que tenía una espada y una ropa muy rara. El conejo también le explicó que si hacía un movimiento con la mano saldría una especie de  pantalla en la que podía elegir un objeto y que, pulsando en él,  aparecería en sus manos. Era como una especie de bolso mágico pero solo podía sacar los objetos que había metido dentro. Al principio,  estaría vacío; o sea, que tenía que ganarse los objetos. El conejito le dijo que su nombre era Sasimi. También le enseñó cómo manejar la espada.

Al poco tiempo, ella sabía manejaba la espada perfectamente.

 


 
Sasimi la guió hasta unos monstruos para ver si realmente ella podría ganar a alguien en un duelo. Y si, ella mató a ese monstruo con aspecto de rana o cerdo… Un Ranerdo. Al matarlo salió una especie de llave y una nota; automáticamente esos objetos se metieron en su bolso. Paula prefería verlos después, ya que podía haber otro enemigo. De repente, ella se acordó de que debía volver a casa o, si no, su familia se preocuparía por ella. Volvió a la cabaña y se despidió de Sasimi sabiendo que pronto volvería a aquel lugar tan extraño y podría volver a verlo. Al entrar, volvió a salir aquel humo negro, y regresó al bosque.

 
Al llegar a casa, era muy tarde y sus hermanas fueron corriendo hacia ella preguntándole que le había pasado. Ella les explicó su gran aventura, y sus hermanas que se quedaron muy sorprendidas. A Paula la tocó hacer la cena, ya que sus padres estaban en un viaje muy importante.  Cenaron y, como es normal, se fueron a dormir.

 

Al día siguiente, después del instituto, ella, como una estudiante normal, hizo sus deberes y le explicó a sus hermanas iba a volver a aquel lugar tan extraño. Les dejó a sus hermanas algo preparado para comer por si acaso no volvía para cenar.

 

Regresó a la cabaña y a aquel lugar. Entonces se encontró a Sasimi con un amigo suyo. Sasimi se lo presentó; se llamaba Pusheen, era un gatito gordito. Ellos le contaron que había un gran monstruo muy malo destrozando cosas, y que ese monstruo estaba controlado por un tipo llamado Jeremy Matatodo. Paula se extrañó, su apellido era muy… No tenía palabras para describirlo. Resulta que Jeremy estaba construyendo monstruos para destrozar la aldea. Él estaba oculto en un castillo detrás de una montaña, que estaba un poco lejos. Paula, inmediatamente, se dio cuenta de que debería derrotarle, junto sus dos amigos Sasimi y Pusheen. Ellos se fueron rápidamente a iniciar su viaje hacia aquel castillo. Por el viaje fueron cantando y contando historias para no aburrirse, parecían muy buenos amigos. Acamparon juntos, se reían; era todo genial hasta que apareció uno de esos monstruos un par de kilómetros antes de llegar al castillo. A Paula le costó derrotarlo y se hizo unas cuantas heridas, sus dos amigos estaban asustadísimos y preocupados por su amiga Paula.

Llegaron a aquel castillo, era magnífico tenía unos colores preciosos. Paula empezó a echarse atrás, no quería sufrir daños, pero debía hacerlo, ella tenía que salvar a toda aquella gente. Entró y de la nada apareció Jeremy Matatodo.  Tuvieron un duelo de espadas; Jeremy tenía ventaja, el podía volar.

El duelo fue muy largo pero, al final, como todo héroe, Paula le venció mientras que sus dos amiguitos desmontaban los monstruos. Por todo esto, hubo una celebración en la aldea. En unas horas Paula se dio cuenta de que había dejado a sus dos hermanas en casa y que ya era muy tarde, así que, se despidió y les prometió volver. Paula llegó a casa, sus dos hermanas corrieron hacia ella y la abrazaron. Paula les contó muchas cosas acerca de sus nuevos amigos y de su gran aventura.

 

 FIN


 

sábado, 25 de abril de 2015

TRABAJO REALIZADO POR NACHO

La luz tenebrosa


Era una noche de luna llena en el mes de agosto en un pequeño pueblo de la provincia de Soria; dos amigos paseaban tranquilamente por la carretera a las afueras del pueblo, alumbrados por la luz de la luna llena, Jose y Luis, de 17 y 18 años,  iban hablando de sus cosas de críos. Al fondo solo se oían el croar de las ranas y los cencerros de las vacas que estaban en un prado cercano.

Entre conversación y conversación, llegaron a la altura del cementerio ya que la carretera pasaba cerca de éste pero no se dieron cuenta de ello. Al poco rato, Jose se calló unos segundos. Le pareció ver una luz en el edificio del cementerio pero no le dio importancia y siguieron con su charla y su paseo. Unos metros más adelante fue Luis quien esta vez vio algo y dijo:

— ¿Jose, has visto tú esa luz?

A lo que Jose respondió:

-  ¡Sí, la he visto antes! Pero pensé que eran cosas de mi imaginación.

Los dos echaron a correr mientras gritaban asustados, sin dejar de mirar al cementerio.

— ¡Se ve, se ve, hay alguien allí!

Jose respondía:

Jose— la luz se sigue moviendo.

Corrían tanto y estaban tan asustados que no se dieron cuenta que fueron en la dirección equivocada, y tuvieron



que andar varios kilómetros hasta llegar al pueblo de nuevo. Allí, cansados de correr, se lo contaron a sus amigos que, como era verano, eran muchos los que estaban allí. Entre todos decidieron volver porque algunos no se lo creían; pensaron que era una broma de Jose y Luis. Eran, más o menos, veinte personas andando por la carretera que, a esas horas, estaba desierta. Entre risas y bromas de la mayoría llegaron al punto exacto donde antes vieron la luz. Todos se callaron. De repente, todos ellos miraban al cementerio y allí, en la fachada, entre la oscuridad, se veía una luz blanca. Nadie movió un pelo hasta que uno de ellos se puso a gritar y salió corriendo. El resto salió detrás sin perder un segundo, esta vez, en la dirección correcta. Llegaron a la entrada del pueblo y prometieron no contárselo a nadie, se iban a reír de ellos.

Jose, esa misma noche, no pudo dormir; no hacía más que pensar en aquella luz blanca. Nada más salir el sol se vistió, desayuno y se fue al cementerio. Estaba intrigado con el origen de aquella luz. De día las cosas se veían de otra forma; ya no daba miedo, por lo que decidió ir solo.

Se acerba  al lugar y se empezaba a poner nervioso. Tenía ganas de descubrir el misterio de la luz. Jose se paró, miró fijamente a la fachada del cementerio donde vieron la luz la noche anterior, sonrió; había descubierto el misterio. Efectivamente, ellos vieron esa luz la noche anterior; era el reflejo de la luna llena sobre una vieja ventana que, por la oscuridad de la noche, no vieron y que tampoco recordaban, y que, al andar y al estar torcidos los cristales por lo viejos que eran, los reflejos de la luna llena hacía que pareciera como si se encendieran y se apagasen.

Jose se lo contó a sus amigos y todos se rieron juntos del susto que se llevaron la noche anterior. Menos mal que no se lo habían contado a nadie porque si no se hubieran reído de ellos. El misterio se había resuelto y todo había quedado en una anécdota, pero de todas formas ninguno de ellos volvió a pasar de noche por el cementerio.


FIN

miércoles, 22 de abril de 2015

TRABAJO REALIZADO POR DANIEL.


EL CABALLERO, LA PRINCESA Y EL CUELEBRE

 

 











1. Equipo de rescate

El “ilustre” caballero Topolón Remolón dormía placidamente en sus aposentos; seguramente no se despertaría hasta las diez o las
once porque era tan “madrugador”… Pero ese día no fue así.

-Sir, sir,¡sir!

Topolón saltó de la cama espada en ristre; una sombra se movió, primero levantó una mano y luego, lentamente, la otra.

-¿Confuncio? ¿Cuántas veces te he dicho que no me despiertes antes de las once?-Dijo Topolón.

Su escudero, Confuncio Listillo, bajó las manos y replicó:

- Pero, sir, recuerde, “a quien madruga Dios le ayuda” y usted va a necesitar mucha ayuda

Topolón se puso de puntillas para mejorar, si es posible, su “esbelta” figura.

-¿Ayuda, yo? ¡Jajajajajaja! Pamplinas –Se mofó el caballero-Si no tienes nada que decirme voy a dormir

Pero Confuncio le detuvo:

-¡Espere! El rey quiere hablar con usted.

Topolón se bajó de la cama y resopló:

-Ahora vooooooooy.

Topolón empezó a ponerse la cota de maya. Topolón era alto y flaco, tenía  una melena rubia; Confuncio era menudo y algo rechoncho, además de moreno.

-Mi hija, Dorotea Doradina, ha sido raptada por un cuélebre que vive en la Cordillera Transatlántica-Dijo el rey Colombus,

Topolón estaba arrodillado ante el magnífico trono del rey; a su lado estaba, arrodillado también, Confuncio.

-Yo la rescataré, su majestad-Dijo Topolón-Cruzaré ríos y montañas para rescatar a la doncella.

El rey dio un salto de alegría.

-¡Excelente! Partiréis mañana al amanecer. Os daré mi mejor caballo y el segundo será para su escudero. Podéis retiraros.

En sus aposentos, el caballero dormía y soñaba que cuando rescatara a la princesa le pediría su mano al rey y vivirían felices y comerían perdices. Mientras tanto, Confuncio buscó por todo el castillo la mochila más grande que pudiera encontrar y cuando la encontró se puso a llenarla de todo lo que podía serles útil.

Confuncio llevaba horas esperando junto al purasangre del caballero y su zaino. Cuando el sol estaba ya alto en el cielo, Topolón por fin se dignó a aparecer en el portón.

-¡Confuncioooo! ¿Por qué no me has despertado?

Confuncio intentó justificarse:

-Pero usted me dijo que hasta las once no le...

Topolón no le dejó acabar:

-Bla,bla,bla. Da igual partamos.

Los héroes montaron en sus caballos y partieron a salvar a la princesa.

 

2. El defensor del puente

Después de dos días llegaron al río; la única forma de cruzarlo era por el puente ya que el río estaba infestado de pirañas. Pero el puente estaba defendido por el malvado Caballero Negro.



-¡Oh, no! Es el caballero negro. Dicen que su lanza es tan afilada que puede atravesar la muralla de un castillo solo con tocarla y que su caballo es más rápido que cualquier huracán-Dijo el caballero

-¡Fuera de aquí, no sois bienvenidos!-Dijo el Caballero Negro con una voz grave que parecía salir de un espíritu atormentado-¡Si no os marcháis os atravesaré con mi lanza!

Topolón se preparó para poner pies en polvorosa. Confuncio, en cambio, se acercó tranquilamente al villano y le soltó:

-“Perro ladrador, poco mordedor”¡Buh!

El caballo del Caballero Negro  se puso a dos patas y su amo cayó al suelo; inmediatamente se levantó y salió corriendo.

- ¿Cómo sabías que no te haría nada, Confuncio?-Preguntó Topolón.

-Muy fácil-Contesto el escudero-Tenía un tatuaje de un gatito en el brazo. Ningún caballero que se precie tiene el tatuaje de un gatito en el brazo.

 

3. El timador

Cuando cruzaron el río llegaron a un pueblecito acogedor.

-Tengo una gran idea-Anunció el caballero-Le compraré un colgante a Dorotea.

Dicho y hecho. Topolón se acercó a la tienda más cercana; “Alberto Sabandija, todo tipo de baratijas” ponía en la entrada de la tienda-Hola querido cliente-Dijo Alberto.

Desde luego parecía una sabandija. Era todo huesos, tenía un bigotito negro y fino además de una mirada perspicaz.

-Me gustaría comprar el mejor collar que tenga en venta-Dijo Topolón.

Sabandija se agachó, sonó un golpe y un cristal roto. Luego, Alberto se levantó y le enseñó un colgante de diamantes.

-Son 2.000 monedas de oro-Le dijo la sucia sabandija.

-No tengo tanto pero le ofrezco 100 monedas de oro y nuestros caballos-Respondió Topolón.

Entonces Confuncio intervino en la conversación:

-Sir, ¿puedo hablar con usted?-Preguntó.

-Ahora vuelvo-Dijo el caballero dirigiéndose a Alberto.
 
Ya lejos, Confuncio le dijo al caballero-No creo que sea buena idea. Ese hombre me da mala espina. Además, recuerde que “no es oro todo lo que reluce”.

El caballero se rió:

-¡Pero que tonterías dices! Ese hombre es del todo fiable.

El escudero suspiró y dijo:

-Bueno “el que avisa no es traidor”.

Topolón compró el colgante y luego se fueron del pueblo. Pero cuando examinaron el collar observaron que los diamantes no eran más que cristales, ¡les habían timado!

4. La travesía de las montañas

Llevaban días caminando, tres días,  y se acercaban a las Montañas de Sorbete, Confuncio sacó un abrigo de la mochila y Topolón le preguntó:

-¿Porque sacas el abrigo si no hace frío?

Y su escudero le respondió:

-“Más vale prevenir que curar”.

De repente, les alcanzó una tormenta de nieve.

-Se lo dije sir-Le recriminó el escudero a Topolón; pero luego le dio un abrigo al caballero.

A lo lejos vieron una casita en medio de la nieve.



Llamaron a la puerta de la casa y les abrió la puerta un ancianito que les dijo:

-Hola jovenzuelos soy Pedro Pilluelo, ¿Qué queréis?

Confuncio le dijo:

-Aquí fuera hace mucho frío, ¿podría dejarnos pasar la noche en su casa?

Mientras Pedro les dejaba pasar decía:

-Pasad, pasad, jejeje.

Al día siguiente se fueron dándole las gracias a Pedro Pilluelo.

-Adiós y muchas gracias-Decía Confuncio.

Y Pedro contestaba:

- Adiós a ustedes. Que tengan un buen viaje, jejeje.

Más adelante, Topolón se dio cuenta de que su escudero llevaba una bolsita en el cinturón y le preguntó:

-¿Que llevas ahí, Confuncio?

Y él le respondió:

-Verá, sir, como podrá observar, si mira en sus bolsillos ese  tal Pedro Pilluelo nos ha robado las 100 monedas de oro y el collar, pero yo me di cuenta y aproveché para coger 1.500 monedas de oro; “quién roba a un ladrón tiene cien años de perdón”.

Y Confuncio sonrió.

 
5. ¿Quién es el verdadero caballero?

Topolón y su escudero estaban llegando a la montaña Titanic, en la cordillera Transatlántica, donde vivía el Cuélebre. Todo estaba oscuro y gris parecía que las nubes lloraban por estar en un lugar así, pero una música empezó a sonar. Primero, las nubes se volvieron de algodón y la oscuridad se tornó luz; era la famosa arpa dorada de Dorotea Doradina. Cuando ella la tocaba todo se volvía alegre; se decía que el arpa había sido confeccionada por El Nuberu y que éste había usado las crines de un pegaso para hacer las cuerdas del instrumento.

Cuando entraron oyeron la voz del cuélebre:

-¡¿Quién osa despertarme?

Sin responder siquiera, Topolón saltó hacia él espada en mano.

¡¡¡¡¡CLANCK!!!!! La espada se partió en dos, el cobarde del caballero salió corriendo detrás del escudero.

-Cómetelo a él pero, por favor, no me hagas daño ¡buaaaaaaah!

Topolón se puso a llorar.

-¿¿¡¡Pero qué dices!!??-Se sorprendió Confuncio. - Bueno “pelillos a la mar”; yo me ocupo.

Y empezó a avanzar hacia el Cuélebre, la princesa, que lo estaba viendo todo, quedó impresionada por la valentía del escudero. El escudero se arrodilló ante el Cuélebre, metió la mano en la mochila y de ella sacó...



¡Un trozo de pan!

-Por favor, señor, acepta esta ofrenda antes de comerme-Le dijo el astuto escudero.

 Y el cuélebre le respondió:

-¡No creas que por esto no te comeré!

Mientras tanto, se tragó entero el pan.

De repente, el Cuélebre cayó muerto.

-El pan-anunció Confuncio-tenía unos clavos que se han clavado en su garganta acabando con él. “Más vale maña que fuerza”.

Y todos volvieron al castillo.

6. Fueron felices y comieron perdices

En la sala del trono estaban arrodillados Topolón y Confuncio. El rey estaba sentado en su trono y Dorotea a su lado. El rey empezó a hablar:

-Confuncio, da un paso adelante.

Dicho y hecho.

-Por el poder que se me ha concedido, yo te nombro sir Listillo.

Confuncio se retiró.

-Topolón, tú serás su escudero.

Topolón salió corriendo y llorando hacia sus aposentos.

Y así, todos, o casi todos, vivieron felices y comieron perdices.

fin