martes, 14 de mayo de 2019


LA HORMIGA Y LA ARDILLA

Es octubre y los animales están empezando a almacenar comida para el invierno.
Las hormigas ya tenían comida almacenada desde el verano así que no tenían mucha prisa.
Al lado de su hormiguero había un árbol hueco donde vivía la ardilla.
-¿En qué estación estamos? -Dijo la ardilla un poco confundida despertando de su largo sueño.
-Estamos en otoño, amiga ardilla; casi en invierno. ¿No has preparado nada para comer? -Dijo la hormiga.
-No, me he dormido. ¿Qué voy a hacer ahora? -Dijo la ardilla preocupada.
-No te preocupes, yo tengo mucha comida en mi hormiguero; te puedo dar un poco de comida si la necesitas.
-Gracias, amiga hormiga.

Cuando llegó el verdadero invierno en el bosque la ardilla, muy hambrienta, bajó del árbol a pedirle comida a la hormiga.
La hormiga, encantada de ayudar, le dio cuanto deseaba, pero lo que la hormiga no sabía es que la ardilla era muy comilona…
La ardilla iba cada día a pedirle comida a la hormiga, hasta que un día la hormiga dijo:
-¡Ya está bien! ¡No puedo aguantarlo más! Llevo dándote comida tres semanas. Mi familia y yo, necesitamos la comida que nos queda, tendrás que buscar tu propia comida.- Dijo la hormiga bastante enfadada.

Entonces la ardilla, avergonzada, salió al bosque a buscar comida, pero por viento que hacia la ardilla resbaló y cayó al agua. La ardilla se quedó helada y petrificada en un cubito de hielo.

La lección de esta “fría” historia es que no hay que dejar las cosas para el final. Si la ardilla hubiera recolectado la comida antes, nada de esto hubiera sucedido. Mejor prevenir que curar.



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