LA HORMIGA Y LA
ARDILLA
Es octubre y los animales están empezando
a almacenar comida para el invierno.
Las hormigas ya tenían comida almacenada
desde el verano así que no tenían mucha prisa.
Al lado de su hormiguero había un árbol
hueco donde vivía la ardilla.
-¿En qué estación estamos? -Dijo la
ardilla un poco confundida despertando de su largo sueño.
-Estamos en otoño, amiga ardilla; casi en
invierno. ¿No has preparado nada para comer? -Dijo la hormiga.
-No, me he dormido. ¿Qué voy a hacer
ahora? -Dijo la ardilla preocupada.
-No te preocupes, yo tengo mucha comida
en mi hormiguero; te puedo dar un poco de comida si la necesitas.
-Gracias, amiga hormiga.
Cuando llegó el verdadero invierno en el
bosque la ardilla, muy hambrienta, bajó del árbol a pedirle comida a la
hormiga.
La hormiga, encantada de ayudar, le dio
cuanto deseaba, pero lo que la hormiga no sabía es que la ardilla era muy
comilona…
La ardilla iba cada día a pedirle comida
a la hormiga, hasta que un día la hormiga dijo:
-¡Ya está bien! ¡No puedo aguantarlo más!
Llevo dándote comida tres semanas. Mi familia y yo, necesitamos la comida que
nos queda, tendrás que buscar tu propia comida.- Dijo la hormiga bastante
enfadada.
Entonces la ardilla, avergonzada, salió
al bosque a buscar comida, pero por viento que hacia la ardilla resbaló y cayó
al agua. La ardilla se quedó helada y petrificada en un cubito de hielo.
La lección de esta “fría” historia es que no hay que
dejar las cosas para el final. Si la ardilla hubiera recolectado la comida
antes, nada de esto hubiera sucedido. Mejor prevenir que curar.
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