TODOS TENEMOS DERECHO A JUGAR
Marina es una niña de diez años, pelo largo y castaño y ojos
marrones. Marina es china, pero la han adoptado y ahora sus padres se acaban de
separar.
Se ha mudado a otra ciudad y hoy es su primer día en la
escuela.
A ver qué tal te va en la escuela.
- ¡Suerte! – le dijo su madre.
Marina entró muy contenta, estaba deseando conocer a amigos
nuevos. En la clase la profesora la presentó ante todos los demás alumnos que
había en la clase. Y dijo:
– Esta es la nueva
compañera de la clase.
Todos la miraron mal porque tenía los ojos diferentes y sus
costumbres eran diferentes.
En el patio estaba un poco triste porque veía que todos
estaban jugando menos ella, así que decidió acercarse a un grupito que estaba
jugando a “polis y cacos” y dijo:
– Puedo jugar.
Todos se quedaron callados, hasta que una dijo:
– Pues no, no puedes.
Los demás se dieron media vuelta y siguieron jugando. Ella se
quedó sola y sin nadie con quien jugar y estuvo todo el recreo sola y llorando.
Después fue a clase y se lo contó a su profesora y le dijo:
- En el patio he estado sola porque nadie quería jugar
conmigo.
La profesora le contestó:
– Voy a hablar con
ellos para que mañana jueguen contigo; pero si mañana te pasa lo mismo que hoy,
les castigaré sin recreo durante una semana.
Y dicho esto la profesora fue a hablar con los otros alumnos.
- Como mañana pase lo mismo que hoy os castigare sin recreo
durante una semana. Espero haber sido clara.
Se giró y se fue.
Después sonó el timbre para irse a casa así que Marina cogió
su mochila y salió por la puerta. Cuando vio a su madre le contó todo lo que
había pasado y la madre le dijo:
- Marina, tú eres como ellos; tienes dos ojos, dos piernas,
dos brazos, dos manos, una nariz y una boca. Y yo no te veo nada diferente a
ellos, solo tus ojos y tus costumbres. Tú, mañana, diles que todos tenéis
derecho a jugar, da igual la raza o el género, todos somos iguales.
A la mañana siguiente Marina fue al colegio decidida, hoy en
el recreo no se iba a quedar sola. Así que sonó el timbre de entrar a clase y estuvieron
dando las fracciones; después fueron a educación física y luego al patio. En el
patio fue a preguntar al mismo grupo del día anterior y le volvieron a decir
que no. Entonces ella dijo:
- Todos tenemos derecho a jugar, y todos somos iguales.
En cuanto oyeron lo que dijo Marina todos se fueron a jugar
con ella menos la que le dijo que no podía jugar, que se quedó sola. Ese día la niña que le
dijo que no podía jugar aprendió que todos tenemos derecho a jugar y lo que se
siente al estar sola.
Fin
Lucia Leal
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