miércoles, 4 de abril de 2018



TODOS TENEMOS DERECHO A JUGAR


Marina es una niña de diez años, pelo largo y castaño y ojos marrones. Marina es china, pero la han adoptado y ahora sus padres se acaban de separar.

Se ha mudado a otra ciudad y hoy es su primer día en la escuela.

A ver qué tal te va en la escuela.

- ¡Suerte! – le dijo su madre.

Marina entró muy contenta, estaba deseando conocer a amigos nuevos. En la clase la profesora la presentó ante todos los demás alumnos que había en la clase. Y dijo:

 – Esta es la nueva compañera de la clase.

Todos la miraron mal porque tenía los ojos diferentes y sus costumbres eran diferentes.

En el patio estaba un poco triste porque veía que todos estaban jugando menos ella, así que decidió acercarse a un grupito que estaba jugando a “polis y cacos” y dijo:

 – Puedo jugar.

Todos se quedaron callados, hasta que una dijo:

 – Pues no, no puedes.

Los demás se dieron media vuelta y siguieron jugando. Ella se quedó sola y sin nadie con quien jugar y estuvo todo el recreo sola y llorando. Después fue a clase y se lo contó a su profesora y le dijo:

- En el patio he estado sola porque nadie quería jugar conmigo.

La profesora le contestó:

 – Voy a hablar con ellos para que mañana jueguen contigo; pero si mañana te pasa lo mismo que hoy, les castigaré sin recreo durante una semana.

Y dicho esto la profesora fue a hablar con los otros alumnos.

- Como mañana pase lo mismo que hoy os castigare sin recreo durante una semana. Espero haber sido clara.

Se giró y se fue.

Después sonó el timbre para irse a casa así que Marina cogió su mochila y salió por la puerta. Cuando vio a su madre le contó todo lo que había pasado y la madre le dijo:

- Marina, tú eres como ellos; tienes dos ojos, dos piernas, dos brazos, dos manos, una nariz y una boca. Y yo no te veo nada diferente a ellos, solo tus ojos y tus costumbres. Tú, mañana, diles que todos tenéis derecho a jugar, da igual la raza o el género, todos somos iguales.

A la mañana siguiente Marina fue al colegio decidida, hoy en el recreo no se iba a quedar sola. Así que sonó el timbre de entrar a clase y estuvieron dando las fracciones; después fueron a educación física y luego al patio. En el patio fue a preguntar al mismo grupo del día anterior y le volvieron a decir que no. Entonces ella dijo:

- Todos tenemos derecho a jugar, y todos somos iguales.

En cuanto oyeron lo que dijo Marina todos se fueron a jugar con ella menos la que le dijo que no podía jugar,  que se quedó sola. Ese día la niña que le dijo que no podía jugar aprendió que todos tenemos derecho a jugar y lo que se siente al estar sola.


Fin
                 Lucia Leal
                    

No hay comentarios:

Publicar un comentario