Jaime Ferrero
LA HISTORIA DE MIKO
Hola,
me llamo Miko, tengo 10 años y soy de Indonesia. Soy una persona normal, pero
tengo la mala suerte de vivir en un país donde muy pocas personas pueden ir a
la escuela. Yo no puedo ir; mis padres solo tienen dinero para pagar mi casa y
para comer, aunque sean pocas veces al
dia, pero no para pagar la escuela.
Yo
tengo que trabajar todos los días muy duro desde las mañanas hasta las noches,
mientras otros juegan en los recreos y comen bien todos los días.
Una
tarde, ocurrió algo muy, muy, muy desagradable. Resulta que mi madre se tenía
que ir al lavabo, dejó su bolso a mi lado, que era donde estaban todas nuestras
cosas. Mientras, yo estaba trabajando en el campo recogiendo fruta y justo
llegaron una pandilla de hombres que tendrían sobre diecisiete o dieciocho años
con chaquetas de rayas y pantalones negros y, rápidamente, se llevaron el bolso
de mi madre. Ella llevaba una cámara en el bolso para coger la matrícula del
coche pero el bolso se lo habían llevado ellos y no podíamos pillarles la matrícula
sin una cámara de fotos. Y yo no me resistí y me puse a llorar porque he estado
toda mi vida trabajando para esto y en cuanto llegó mi madre tampoco se pudo
resistir, y mi padre, lo mismo, así que nos pusimos todos a llorar.
Pero
no nos dimos por vencido y empezamos la ruta para encontrar todas nuestras
cosas, pero antes que nada cogimos toda la comida que nos quedaba en nuestra
casa. Empezamos el viaje por las ciudades de alrededor, porque no creíamos que
en tan poco tiempo hubieran viajado tanto.
Llevábamos
unos siete, ocho o nueve días fuera; habíamos recorrido ya todas las ciudades menos
una, que se llamaba Fuenlabrada. Todos esperábamos que estuviesen allí porque
si no tocaba recorrer países. Casi habíamos terminado de recorrerla y nos
faltaban tres o cuatro calles; estábamos desesperados y justo en la última nos
dimos cuenta de que había un collar de mamá que estaba en el bolso en el suelo
y había varias cosas más adelante, como las gafas, unos clínex, un paquete de
chicles…
Resulta
que cuando llegamos al final de la calle había una puerta sucia y asquerosa. Nos
asomamos cuidadosamente y vimos a los hombres que nos quitaron el bolso colocándolo
con muchos más. ¡Habían almacenado millones y millones de bolsos y bolsas de
familias!
Estuvimos
pensando un buen rato en familia y se nos ocurrió una cosa; nos dimos cuenta de
que había una puerta al otro lado y conseguimos construir un muñeco que se
pareciese a un hombre porque encontramos un lápiz, una goma para dibujar y una
cartulina grande y fuerte para hacer el dibujo. La verdad es que nos salió
bastante bien. Justo después encontramos una especie de carretilla para llevar
los bolsos a la policía, si lo conseguíamos.
Tengo que reconocer que tuvimos mucha suerte. Una vez dibujado, lo
pusimos apoyado al lado de la entrada, llamamos a la puerta y salimos corriendo
con la carretilla hacia la puerta de atrás. Cuando los ladrones fueron a abrir
la puerta, nosotros entramos por la otra. Cogimos todos los bolsos rápidamente,
los metimos en la carretilla y nos fuimos pitando.
Un
rato después, cuando ellos se dieron, cuenta salieron corriendo porque no
tenían tiempo para coger el coche que estaba aparcado dos aceras más allá. Nos pisaban los talones y nos iban
a coger hasta que mi padre, que es el que llevaba la carretilla, dijo:
-En
la siguiente calle, a la derecha.
-¿Estás
seguro? - dijimos mi madre y yo.
-Sí,
segurísimo. Confiad en mí, por favor – respondió mi padre.
Y
efectivamente, giramos en la siguiente calle.
Resulta
que estaba todo lleno de obstáculos. Conseguimos superarlos, aunque algunos,
por poco. Los hombres nos seguían pisando los talones, hasta que yo cogí unos
trozos de papel, los tiré y les taparon sus caras, y así se quedaron atascados
en el último obstáculo.
Al final conseguimos llevarlo a la policía y darle
los bolsos a sus dueños. Y justo a continuación el policía nos dijo esto:
-Por vuestra valentía, ilusión, persistencia y
creatividad, aquí tenéis el bolso y de regalo una tarjeta de crédito nueva con
dinero acumulado suficiente para vivir mejor.
Cuando nos la dieron estábamos muy ilusionados, pero
cuando miramos el dinero estábamos aún más contentos con nosotros mismos.
Una vez terminada la aventura, volvimos a nuestra
ciudad, nos compramos una casa, cogimos la comida suficiente que necesitábamos,
también compramos ropa e incluso mis padres encontraron trabajo.
Al dia siguiente, me levanté muy pronto porque creía
que tenía que ir a trabajar como siempre al campo, pero no recordaba que teníamos
bastante comida porque teníamos dinero. Entonces me llevé una gran sorpresa
cuando mis padres me dijeron que me habían apuntado al colegio. Fue la mejor
aventura que he podido vivir nunca.
Miko tuvo finalmente el derecho a ir al colegio, que
forma parte del derecho a la educación y a la vida que tenemos todos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN
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