LA PEQUEÑA MASAIKA
Hola amigos y amigas; me llamo Masaika, soy del Sáhara.
Me gustaría viajar a Madrid pero sé que no puedo porque tengo que ayudar a mi
madre con los cultivos. En el colegio estamos dando los derechos humanos; ya
los dimos cuando era más pequeña aunque
no dimos el derecho de alojamiento y comida para todos. Todo porque no
siempre puedo ir al colegio.
Un día llegué un poco tarde a casa porque me castigaron por hablar más de la cuenta. Mi padre siempre me preguntaba que tal la escuela y me preguntaba si ese día también había hablado mucho. Pero ese día, cuando vine a casa no estaban ni mi madre, ni mi padre. Mi madre me puso una nota en la que decía que había ido a casa de mi abuela porque se encontraba mal, pero mi padre no estaba en el campo cultivando y eso me preocupó un poco.
Al rato mi madre apareció llorando y dijo que unos señores se habían llevado a mi padre con todos los sacos de trigo que teníamos.
Desde entonces, me han pasado muchas cosas malas. Como
no teníamos para comer, tuve que dejar de ir a la escuela y mi madre tuvo que
vender la tienda de campaña.
Ahora no tengo donde vivir. Como nadie nos ayudaba no sabíamos que hacer.
Me acordaba mucho del colegio y de ese derecho que yo
no puedo tener, una casa donde no pasar frío y un plato de comida.
Mamá lloraba todos los días; estábamos durmiendo en la
tienda de mis abuelos y éramos diez personas, entre mis abuelos, mis tíos y mis
primos. Mamá decidió que iríamos a
buscar una casa y un trabajo a España, porque ella decía que allí los derechos
de los niños están cubiertos.
Teníamos que llegar al norte de África para coger una lancha y atravesar el mar hasta llegar a España. Los abuelos dieron todo el dinero que tenían para poder hacer el viaje.
Andamos muchos días por el desierto; de día hacía
mucho calor y por la noche nos helábamos de frío. Me daba miedo que por la
noche salieran bichos, porque teníamos que dormir en el suelo. Al llegar al
norte de África unos señores nos pusieron con otro montón de gente a esperar a
que nos tocara el turno de montar en la lancha.
Cuando llegó el día y vi la lancha y todo el agua, me
asusté un montón, porque yo nunca había visto tanta agua junta. Mi madre me
decía que era igual de grande que el desierto donde nosotros vivíamos solo que
con agua.
En la lancha montamos ciento dieciocho personas. Íbamos
muy apretados y había más niños a parte de mí. La lancha se movía mucho y a
veces me entraba agua y me mojaba la ropa.
FIN
Claudia
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