EL ARCOIRIS
GRIS
Una tarde
soleada de verano, Paula, una niña de 9 años alegre y juguetona, paseaba por el
campo con su melena rubia al viento. Sus ojos marrones miraban todo su
alrededor sin perder detalle.
Llevaba una
mochila con su merienda. Le encantaba el bocata de Nocilla. Y se sentó en mitad
de la pradera, con la ilusión de comerse ese bocadillo. Pero se llevó una
sorpresa, cuando descubrió que su madre le había metido fruta. No es que le
gustara mucho, pero comprendía que la fruta era más saludable que la Nocilla.
Degustando la
sandía, se percató que había revoloteando unas mariposas cerca de donde estaba
ella. Esas mariposas eran blancas… excepto una, muy llamativa y colorida.
Paula, se
tumbó en la hierba, cuando se terminó la sandía. Sentía mucha tranquilidad con
tanto silencio que había ese día, en aquel lugar. Cerró los ojos y suspiró.
Al abrir los
ojos, miró al cielo. No podía creer lo que veía. Era imposible. ¡Estaba viendo
un arcoíris blanco y negro en el cielo!... Con inicio pero sin divisar un fin.
Ver aquello la intrigó. Quería saber el motivo de aquel fenómeno.
Pero no sabía qué hacer y decidió regresar a casa.
Por el camino
a casa, seguía viendo el arcoíris negro y blanco. Se preguntaba si era una
alucinación que sólo veía ella o si los demás también podían verlo.
Cuando llegó a
casa, le preguntó a su mamá si veía algo extraño en el cielo. Pero su mamá le
contestó que ella no veía nada. Paula, extrañada porque ella lo seguía viendo,
decidió preguntarle a su hermano mayor que ella. Él siempre estaba con sus
juegos y apenas se fijaba en las cosas. Era un tanto distraído y desordenado.
Paula, al ponerse delante de él tuvo que llamar su atención para que se diera
cuenta que ella estaba allí. Y cuando consiguió captar su atención fue cuando
le preguntó si él veía algo extraño en el cielo. Él levantó muy lentamente la
cabeza y al mirar hacia arriba, la expresión de su cara era de sorpresa. ¡Al
parecer él también podía verlo!
Ambos querían
salir a inspeccionar porque la intriga no les dejaba tranquilos. Pero ya era la
hora de la cena y su madre no les dejó salir. Tuvieron que irse a la cama con
la intriga.
Paula y Edgar,
que así se llamaba el hermano de Paula, no dejaban de mirar a través de la
ventana. Pensaron que con la oscuridad de la noche dejarían de ver el arcoíris
pero cuál fue su sorpresa cuando comprobaron que no era así. Los dos podían
seguir viéndolo. Del cansancio se quedaron dormidos.
Por la mañana,
cuando se despertaron, lo primero que hicieron fue mirar por la ventana. Allí
seguía el arcoíris.
Su madre les
llamó para desayunar. Los dos le pidieron a su madre, que si desayunaban rápido
y hacían sus deberes, permiso para ir a
la pradera. Su madre les dijo que si prometían lo que decían, no habría ningún
problema, pero que las promesas no se rompen, se cumplen.
Y así fue.
Edgar y Paula, cuando terminaron sus deberes salieron de casa con sus
bicicletas para llegar más rápido.
Pero al salir
de casa, se dieron cuenta que algunas de las personas con las que se cruzaban
estaban de color blanco y negro. Pero sólo ellos lo apreciaban. La persona que
estaba de esos colores no se veía así misma. Curiosamente, solo coincidía con
personas mayores. Los niños estaban con los colores normales.
Era una
situación extraña. A Edgar le provocaba curiosidad, pero a Paula, aparte de
curiosidad, comenzaba a tener un poco de miedo. Aun así, decidieron seguir con
sus bicicletas hasta la pradera.
Cuando
llegaron al mismo lugar donde Paula, el día anterior, se tumbó para comerse la
sandía, los dos hermanos vieron el grupo de mariposas blancas y la mariposa
llamativa de colores. Se quedaron quietos observándolas. Un buen rato. Y cuando
estaban despistados, de repente la mariposa de colores se acercó a Paula,
posándose en su pelo rubio.
Paula se quedó muy quieta. Le
gustaba tener la mariposa. Notó una sensación rara, seguida de picor de ojos y
sabor dulce en la boca.
La mariposa
alzó el vuelo, pero se fue directo a la nariz de Edgar. La mariposa batió sus
alas, chocando con los mofletes sonrojados de Edgar. Él también notó una
sensación rara, seguida de un picor de oídos y la misma sensación que Paula en
la boca.
Los dos
contentos, pensaron que eran afortunados porque la mariposa se posó en ellos…
Vieron que desde la pradera tampoco podían hacer nada. No encontraban una
explicación. Pero de repente, Edgar escuchó una vocecita que parecía que venía
de la mariposa de colores. Pero no lo creyó. Y le preguntó a Paula que si había
escuchado algo. Ella le dijo que no.
Edgar no le
dio importancia y los dos se fueron a coger sus bicicletas para ir a jugar al
parque. Pero cuando estaban cogiendo sus bicicletas… De nuevo escuchó la
vocecita pero esta vez le preguntaba que por qué se marchaban… Edgar se asustó.
Se volvió enseguida hacia la dirección de dónde provenía esa voz. Al girarse,
vio a la mariposa.
Edgar,
desconcertado… ya no sabía que pensar. ¿Se estaría volviendo loco? Se preguntó
así mismo sin decirlo en alto. Pero la mariposa le contestó a esa pregunta
también y le explicó que no estaba loco, que él ahora podría escuchar incluso
lo que las personas normales no podrían.
Paula estaba
atónita. No sabía que estaba pasando. Ella estaba viendo a su hermano hablar
con la mariposa… Siempre pensó que su hermano era raro… ¡Pero tanto como para
hablar con los insectos!... Necesitaba amigos.
Edgar seguía
hablando “solo”, cuando de repente miró a Paula y le preguntó que si ella
notaba algo extraño en su cuerpo. Que si ella podía hacer algo “distinto” a las
demás personas… Ella le dijo que sí, con un aire “chulesco”… Ignorar a su
hermano. Lo sabía hacer mejor que nadie…
Edgar se
mosqueó y le dijo que le estaba hablando en serio. Entonces Paula vio que si era cierto, que hablaba en serio. Y le
dijo que no notaba nada.
Al parecer, la
mariposa le estaba contando a Edgar, que Paula podría ver a las personas, en su
estado ya fuera de alegría o tristeza.
Edgar se lo
contó a Paula. Paula no daba crédito. Le explicó que la mariposa le había dicho
que necesitaba la ayuda de los dos, que les había puesto polvos de sus alas,
para darles los poderes del oído y visión; uno a cada uno. Poderes con los que
podían escuchar las verdaderas voces de las personas, lo que decían sus
corazones, y que para saber que personas eran las que estaban tristes debían de
tener unos ojos para poder diferenciarlas.
También les
dijo que en todas las ciudades donde la mayor parte de personas estaban tristes,
aparecía ese arcoíris blanco y negro donde, al final, esas personas terminaban
por cruzar. Ellos tenían una misión importante.
Pero Edgar, no
entendía cómo iban a poder ayudar solo con oído y vista. ¿Cómo les iban hablar?
La mariposa le contó que la voz no la necesitaban, que los niños eran la fuente
de alegría y energía, pero que las personas mayores apenas les dedicaban tiempo
porque siempre estaban muy ocupados. Y que los niños eran los que realmente
podían salvarles de cruzar ese arcoíris blanco y negro …
La mariposa
terminó diciéndole que se estaba agotando el tiempo, que necesitaba que comenzaran ya con la misión
o sería muy tarde. Las personas mayores se encerrarían en sí mismas y nunca más
sabrían disfrutar de lo que realmente tiene valor.
Edgar se puso
a contarle todo a Paula… Pero de lo nervioso que estaba, se puso a trabarse y
apenas Paula le podía entender. Ella le dijo que hablara más despacio.
Cuando por fin lo comprendió… ¡Se emocionó! Siempre había soñado con
ser una especia de Wonder woman… pero esto era mucho mejor.
Los dos cogieron sus bicicletas y se fueron hacia el pueblo, con la
idea de poder salvar a sus vecinos y que se fuera ese arcoíris blanco y negro
de su pueblo.
Al entrar, pasaron por una de las calles. Había vecinos. Edgar iba
delante, pero era Paula quien podía distinguir a las personas de color o
grises… Edgar avanzó unos metros cuando Paula le gritó que no se fuera tan rápido,
que hacía mucho tiempo que no hablaban con Amanda, la madre de Sergio.
Edgar enseguida, comprendió que allí había una misión. Enseguida se
acercaron para saludarla. Paula se puso hablar con ella, y según hablaba con
ella, veía que poco a poco desde el centro de su pecho brotaban colores. Con
debilidad, pero algo salía. Edgar en cambio, le hablaba y Amanda le contestaba,
pero Edgar sólo escuchaba lo que decía su mente. Y sólo hablaba de trabajo y
responsabilidades de la casa. Paula no escuchaba lo mismo, sino cosas banales.
En ese momento salió Sergio a la calle. Paula vio como deslumbraba
color. Edgar comenzó hablar con Sergio y él le explicó a Sergio que su madre
tenía mucho trabajo. Que si él la ayudaba en casa, ella podría pasar más tiempo
con él, e incluso poder una película con él…
Amanda, se quedó sorprendida. No entendía como Edgar podía saber esas
cosas. Y cuando Sergio comprendió lo que Edgar le había dicho, corrió hacia su
madre, Amanda, y le dio un fuerte abrazo, diciéndole al mismo tiempo, que la
ayudaría haciendo las cosas que a él le correspondían para poder tener más
tiempo y disfrutar con ella.
De repente, Paula vio como el color de Amanda, iba cobrando vida.
Amanda miró a Paula y a Edgar. No comprendía que había sucedido, pero ella
se encontraba mejor. Se encontraba feliz. Había notado que la sensación de
enojo había desaparecido. Y ella les dio las gracias. Que no sabía lo que había
sucedido pero que fuera lo que fuera… Estaba muy agradecida.
Edgar y Paula, ya sabían cómo hacer su misión… así que decidieron ir
saludando a todo el pueblo para poner remedio. Y así fue. Con su bicicleta
recorrieron todo el pueblo, derrochando sus poderes…
Cuando vieron que ya no quedaba nadie más de color gris, comprendieron
que deberían ir a ver a la mariposa, pero cuando llegaron a la pradera… La
mariposa de colores, se estaba aproximando al inicio de ese arcoíris carente de
color. La mariposa se posó en el arcoíris… y de repente… desde el inicio del arcoíris blanco y negro…
comenzó a tener los colores de la mariposa. Duró unos minutos y después fue
desapareciendo lentamente.
Su pueblo ya estaba completamente
lleno de alegría y sonrisas, y ellos comprendieron, que todo era equilibrio.
Que todos debían poner un poquito de su parte, para que nuestro entorno,
nuestro alrededor, nuestros familiares… todo, absolutamente todo estuviera en
armonía, con color; y no triste, enfadados y sin color.